Sobre el mantel de flores blancas y rojas, un cortapicos
negro corría desorientado. Las flores comenzaron a danzar ante sus ojos cuando
apuraba la sexta copa de vino de Iruña, agudizó la vista maravillado ante el
prodigio. Se inclinó sobre la baranda del balcón tambaleante y alguien lo
agarró del pañuelo rojo anudado a su cuello, evitando que se precipitase sin
remedio sobre la multitud que invadía la calle. El encierro había comenzado.
Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo. John Ernst Steinbeck (1902-1968) Escritor estadounidense. Galardonado con el Premio Nobel
Cabo de Gata, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN
Las
arterias sedientas de la tierra
se
abren paso hacia acantilados de espuma.
Allí
los dioses pétreos navegan
sobre
transparencias imposibles,
y
el viento agazapado se desliza,
silbando
la serenata del origen.
Mala pasada, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN
Frente
al folio impoluto, la angustia lo asaltó desprevenido. La responsabilidad, como
una losa plúmbea, cayó repentinamente sobre su ánimo. Había llegado la hora de
que el fruto de su esfuerzo se viera reflejado en aquel papel. Demasiado tiempo
invertido, un tiempo precioso que cualquiera que fuese el resultado, jamás
volvería a recuperar. La cifra del dinero invertido en su preparación
parpadeaba, iluminada de rojo en su conciencia. Un zumbido de oídos de origen aprensivo
diluyó por segundos cualquier sonido. Los temas elegidos por sorteo tardaron
una eternidad en ser procesados por su entendimiento. El pupitre de formica
avellana comenzó a balancearse ilusoriamente
ante su vista. El impulso fue el de huir, abandonar aquel salón de actos cuanto
antes, pero se contuvo e hizo un último intento de controlarse. La información
se le agolpó en la memoria como un
amasijo de de datos en el transcurso de unos segundos. Improvisó el comienzo
con retales de párrafos deslavazados que intentó hilvanar sin demasiado éxito.
Avergonzado de tanto plagio de expresiones, tachó tantas palabras que terminó
por fusilar las frases. El tiempo avanzaba con una rapidez inmisericorde. Al
fin se hizo la luz y comenzó a recordar con una nitidez asombrosa, los
conceptos se precipitaban al fin pujando por salir, mientras el cerebro daba
las órdenes a su mano con la velocidad del rayo instándole a escribir y cuando
estaba a punto de hacerlo, escuchó la voz que lo devolvió a la realidad ¡Entreguen
sus guiones, la película ha terminado!
El desdén de la codicia, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.
La humanidad camina desorientada,
le arrebataron la brújula que
apuntaba hacia su dignidad.
Hoy la humildad se viste de miseria,
el sudario vergonzoso que le otorga
la codicia,
ella exhibe obscenamente la sonrisa
pecuniaria,
la caridad es el opio que adormece su
conciencia.
Tiempos vendrán en que la
justicia y su redentora belleza,
brillará con un fulgor que los ciegue
sin remedio.
Sueño acuático, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN
Acueductos
cristalinos
de
ingravidez construidos,
en
que la luz va tejiendo un encaje de colores.
Catedrales
prodigiosas con un órgano de espuma,
donde
suena la sinfonía del agua;
una
música que transporta a regiones
insólitas,
donde
los manantiales construyen ciudades
de
líquida arquitectura.
Insomnio, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.
Insomnio
La
noche acecha mi sueño
con
sus ojos de lechuza,
sus
pupilas son cuchillos que apuñalan el sosiego,
mis
párpados izados se entornan para burlar el desvelo,
se
ha consumido la tregua que me invitaba al descanso.
El
sonido del despertador estalla de madrugada,
son
las horas desechas que resbalan por el ánimo.
Del poemario "La luz del fin de la tierra"