Las guirnaldas y farolillos de papel
de colores competían inútilmente con los tiestos de macetas, pobladas de
geranios y claveles reventones que adornaban los puestos callejeros de churros
y buñuelos, los turrones y gallitos de caramelo veteados de arcoíris. Las
colchas nupciales de seda, a falta de mantones de Manila, lucían en las
tabernas mezcladas con los peroles de cobre, brillantes como espejos.
Las modistas se afanaban rematando
los vestidos de volantes con encajes de bolillo, las uñas de gato o las puntas
de festón. En algunos talleres, ya se escuchaba el sonido acompasado de las
máquinas de coser de marca Singer,
recién salidas de la fábrica, todo un prodigio de los adelantos de la industria.
“Las mocicas lucirán como las rosas este
año”- comentaban las aprendizas-. Las
niñas de las cuevas, de la Estación, las de Santa Ana y las del centro sonreían
frente a los espejos de cuerpo entero en los talleres de corte y confección.
“Que mi madre dice que tendrá que pagárselo a plazos” –decían a la modista
ligeramente ruborizadas- “No te preocupes
bonica, cuando se pueda ¡no faltaba más!”.
Tan hermosas, tan garbosas las accitanas y tan decentes que muchas se
marchitaban, impacientes tras los visillos, esperando que llegara la Feria para
salir.
En el río verde, la feria de ganado
bullía con los tratos, las trapisondas de payos, gitanos, pastores y
esquiladores; todos hacían gala de su talento para el embuste o el arte del
regateo. Aquí no había mulo o caballo jaco que no se vendiera por potro u oveja
que no se comprara por cordero lechal.
En la plaza de la catedral, un
tiovivo circundado de Pegasos que giraban,
subían y bajaban, hacía las delicias de los niños, los que podían pagarse el
viaje, pues el resto, que era la mayoría, tenían que conformarse con mirar y
así pasaban las horas embobados mirando a los otros niños como reían al
despegar. Un caballero, Don Ernesto,
observa desde una esquina, se adelanta hacia el dueño de la atracción y
le compra una entrada para un niño pequeñísimo y desnutrido, con una vela de
moco, cuyos ojos extasiados van siguiendo el movimiento rotatorio de la
atracción. Ernesto se ha gastado una peseta del exiguo jornal que gana como maestro de primeras letras, pero
siente una satisfacción inmensa y un hormigueo de emoción en la boca del
estómago que casi le hace llorar de alegría, cuando ve al niño volar, soñar
durante esa eternidad para un niño que son los cinco minutos que dura el
trayecto. A Ernesto, con su traje gastadísimo de rayas y su gorra, se le ve
sonreír bajo su fino bigote atusado mientras se aleja, recolocándose el clavel
en el ojal de la solapa. Esta tarde de
septiembre, Guadix se ha engalanado para la fiesta, por la plaza de la
Constitución, pasean las familias luciendo sus mejores prendas, algunas se
encaminan hacia la pastelería de la Señá Frasquita Casas a saborear su variedad
de pasteles y tomarse ¿por qué no? una copita de aguardiente dulce, un día es
un día. La Banda de Música de Miguelillo López anima a la concurrencia con
piezas de Albéniz y Granados, pasodobles, tangos del argentino Gardel, y una
música estrambótica, desenfrenada y a todas luces indecente que se llama
Charlestón. Y así, bajando por el Arco de San Torcuato, escuchando el trino de
los estorninos en las huertas aledañas, llega hasta la Barbacana y descubre con
sorpresa la vistosa carpa del Circo Cortés, los espectadores hacen cola para
obtener una entrada, un enano disfrazado de payaso anuncia por el megáfono el
cartel de variedades: ¡Accitanos! ¡No se pierdan esta tarde el espectáculo
circense más atractivo que jamás hayan visto: la mujer barbuda, el Tonto
Barreras y su tropa de chistosos payasos, el número de funambulismo de los
incomparables hermanos Cortés, Secundino y la bellísima Aurelia! ¡Adquieran su
entrada si aun no lo han hecho, no se arrepentirán, la diversión está
garantizada! Y así, como atraído por un resorte, Ernesto se acerca, saca de su
bolsillo la única peseta y media que le queda y sin darse cuenta, ya está allí
sentado, la función acaba de comenzar. Ernesto ríe a carcajadas con los
payasos, se impresiona con la mujer barbuda, se estremece con Hércules; el
domador de fieras y al final, cuando parece que es imposible mayor deleite, se
anuncia el número de equilibrismo y allí en lo alto, a un extremo del alambre,
radiante aparece la estrella: un ángel rubio vestida de satén plateado, como un
rayo de luna. Sus esbeltas piernas de nácar desnudas, más que caminar, parecen
levitar en el vacío sin otro sostén que la fina cuerda en la que se posan. Al
otro extremo un muchacho de cuerpo atlético se aproxima hacia ella por la
cuerda sosteniendo una pértiga. Es entonces cuando se produce el formidable
ensamblaje en una suerte de fantásticos equilibrios, que se suceden para
terminar virtuosamente en la pista. Los
hermanos recorren la platea agarrados de la mano y saludando al público de la
primera fila. La bella Aurelia lanza besos por doquier y durante apenas unos
segundos las miradas de la artista y la de Ernesto se encuentran y se
mantienen. Al finalizar la función, Ernesto hechizado, permanece sentado en su
butaca mientras el público abandona sus asientos para dirigirse a la salida. Se resiste a abandonar el lugar donde los ojos
verdes de la hermosa funambulista se posaron en los suyos. En el camino de
regreso a casa el maestro sueña con ese mágico encuentro, con la gracia y naturalidad
del cuerpo de Aurelia, y mirando en dirección a la torre de la catedral, ya
casi anocheciendo, ve lo que parece una estrella fugaz, cierra los ojos y
cuando va a formular el deseo, siente el
estruendo de la pólvora, los fuegos de artificio han comenzado. Miles de
estelas de colores se multiplican en el cielo de septiembre. Arrobado por la
belleza, el sensible Ernesto piensa que lo más hermoso siempre es fugaz,
gracias a eso, la ilusión se renueva constantemente.
Bonita descripición que trae a mi mente bonitos recuerdos que traen a mi mente días de ilusión y algarabía en mi Guadix querido.
ResponderEliminarGracias por haberme hecho rememorara esos dias
Alegría de recordar y desesperanza por adónde vamos, esos son los sentimientos encontrados que tu bello relato han despertado en mí.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Tiempos pasados, que no fueron mejores, pero sí derrochaban más pureza y más inocencia, aún la globalización y las franquicias no nos habían robado los vuelos de la imaginación. Muy bello. Gracias, Carmen
ResponderEliminarGracias a todos, paisanos y amigos.
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