Y EL GALLO CANTÓ, por Carmen Hernández Montalbán.

 


El gallo de oro es el nombre de la editorial que ha editado el poemario La palabra muda de mi querido amigo, el escritor Antonio Enrique. Gallo de viento es el nombre de la calle donde actualmente reside, en Guadix.

Para la simbología, el gallo representa la superación de las tinieblas y de la oscuridad. Así mismo, entre los pueblos del continente europeo, el gallo se asocia a la arrogancia y la prepotencia del poder.  Por eso creo que La palabra muda está relacionada con estas dos ideas, pues por un lado, el poemario ve la luz para exorcizar las tinieblas del holocausto. Y no sólo el judío, sino cualquier otro de los muchos que están aconteciendo en nuestros días. Por otro lado, el holocausto, los holocaustos son siempre consecuencia del abuso de poder, la intolerancia y el fanatismo.  El gallo es, sin duda, el símbolo arcano de esta obra.

En la nota a la edición de los preliminares, el autor nos aclara que La palabra muda es una prolongación de dos de sus poemarios anteriores: El reloj del infierno y Al otro lado del mundo; dos libros, a mi parecer, visionaros e impregnados de una atmósfera similar a este. La palabra maldita es la palabra muda, el tabú, lo que no puede pronunciarse.

Los veintidós poemas que lo componen están articulados en las veintidós letras del alfabeto judío pero puede considerarse un solo poema prolongado en veintidós ideas. Un poema que comienza con “El horror” y termina con “La colmena maldita”. Los dos últimos versos del poemario no pueden ser más concluyentes:

                “Yo lo pongo aquí para que no se olvide

                 y que el viento no socave el olivo de la paz.”

Cada poema es una denuncia, un fotograma simbólico de los horrores en los campos de exterminio hechos palabra; esa palabra que deja de ser muda en los versos del poeta, versos como llagas que van cicatrizando, dolor que florece en la poesía. Antonio pone nombre al horror hasta ahora silenciado por tan hondo y espantoso. Levanta la losa de un sepulcro salitroso y oscuro, donde los miasmas de las emociones parecen seguir flotando. Lo hace con palabras de luz y de brisa…

           “ Hombres y mujeres

           se abrazan.

           Porque el amor une más que la muerte

           se abrazan.”

 

Y la belleza de los versos supera al terror mudo de los hechos, porque para nombrar las emociones se necesita un lenguaje cifrado que sólo el corazón entiende…

     “Tú eres quien Dios escogió

para reclinar mi cabeza.

Tú eres el resplandor de mi pobreza,

tú la gloria de mi miseria,

la dulce y tibia niebla

de mi desamparo.”

 

Un lenguaje cifrado que recuerda ese otro de las profecías. Los poemas de La palabra muda parecen profecías póstumas del desastre.

 

“En la noche aciaga de los barracones

vivimos en un tiempo otro,

el de la edad marchita.

Pues por joven que seas,

cuando vas a morir

ya eres un anciano”

 

Un poemario singular tocado por la inspiración de principio a fin. Un relato que sobrecoge de principio a fin, por sus impactantes imágenes. Una obra que contiene tanto épica como lírica: la épica de un pueblo devastado por un sufrimiento sin parangón. La lírica de unos versos que, como arcos de un violín, rozan las cuerdas de la emoción hasta que se desata en lágrimas redentoras.

Shalom.

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