POR LA CARNE ESTREMECIDA, por CARMEN HERNÁNDEZ MONTALBÁN.


            
       Leer la novela de José Luis Raya Pérez, Pepe, ha sido una satisfacción para mí. En primer lugar como lectora, pues está escrita para ser disfrutada, más allá de cualquier consideración en el campo de la crítica literaria. La novela se devora, pues sabe mantener el suspense de principio a fin. Una se sumerge en ella sin trabajo. Los personajes en seguida nos resultan familiares, nos llevan de la mano, caminamos junto a ellos, sus heridas nos escuecen y sus logros producen en nosotros una sensación de triunfo, pues son creíbles. Están revestidos de mucha humanidad, por eso se produce la catarsis al instante.
       Pero además, se trata de una obra que, a mi parecer, tiene ese punto distinguido de la buena literatura: cargada de reflexiones muy bien llevadas, casi poéticas que consiguen su propósito: ponernos a meditar.
       En ella se cuenta la historia de Tiburcio, un niño pobre de la posguerra civil española que, además de sobrevivir a las dificultades propias de un ambiente posbélico, le sobrevienen otras a causa de su tendencia homosexual, en un escenario de intolerancia y represión.  El personaje protagonista está rodeado de ángeles y demonios. Sus ángeles: la abuela Dolores, su madre, Remedios, su tía Herminia, el cura Don Anselmo y Adelita. Sus demonios: don Cipriano, don Rufino, don Serafín, Zamudio y la sombra de su padre que marcará su trayectoria vital.
       No es un relato escrito con dureza ni tendencioso. Está escrito con una fina ironía que le resta crudeza a los acontecimientos narrados, aunque estos la tengan, haciéndola muy amena.
    La novela está ambientada en una aldea cercana a Guadix que a mí, personalmente se me antoja Exfiliana. El escenario se ha adornado con elementos imaginados, de la cosecha del autor. Es un Guadix enriquecido con imágenes casi oníricas que lo hacen más singular si cabe. Por momentos parecen irreales, como si de un Macondo de “Cien años de soledad” se tratara.
     Recomiendo esta novela, no sólo porque el autor sea amigo y paisano mío sino porque, en justicia, merece ser conocida.


Carmen Hernández Montalbán.

GENEALOGÍA