LA DESMEMORIA (Prólogo del libro "Los anillos de Saturno"), por EDUARDO MORENO ALARCÓN




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            Imaginemos, por un momento, la vastedad de la Vía Láctea. El viaje de los astros en la noche más sombría. Espacio frío, oscuro, silente. Lugar ignoto, perturbador. Tal es el punto de partida del poemario que ahora tienes en tus manos. Espejo del cosmos, su autora nos sumerge en la negrura de un abismo sideral. Abismo que es origen de la Tierra y de la vida. Abismo que es el nuestro y que los versos perpetúan con desgarro, recordándonos que fuimos, que somos, que seremos polvo de estrellas.

            Siguiendo la estela de La luz del fin de la Tierra, tres son las partes que componen este libro, tres hitos que transitan de la bruma hacia la luz.

            Los anillos de Saturno, primer acto, nos arroja al precipicio que separa la cordura y la locura. Cada poema deja huella en la memoria, como cola de cometa sobre el cielo. Pujante, emerge Carmen, perfora el alma su poesía. Hay denuncia en la voz, hay desgarro, suave aspereza, sutil metáfora impactante. Profunda sencillez que lanza un dardo al corazón. Los versos se revisten de belleza para darnos un hachazo en las entrañas que nos haga despertar a la conciencia. El de Hernández Montalbán es un mensaje poderoso sin aristas ni estridencias. Sí, el sueño de la razón produce monstruos. Esa razón abotargada que, acaso sin saberlo, nos conduce a la locura destructiva de las armas.

            El hombre, en su carrera frenética, huye de sí mismo, se aleja de la tierra —su esencia—, y el mundo se convierte en desenfreno sinsentido. Blande su filo la demencia. El delirio nos persigue como sombra. La deshumanización convierte al ser humano en predador de sí mismo. Así refleja Carmen su metáfora: ángeles caídos, sin memoria. Perdidos los recuerdos, simplemente, no somos. «La intrahistoria es Existo», sentencia la accitana.

            El tiempo es un testigo ya cansado de hecatombes. El mar es tiempo de agua que contempla los escombros.

            En Los anillos de Saturno, el cielo se amortaja, la luz se opaca. Aquella Luz del final de la Tierra se ha apagado, de súbito. El poema es la llamada de socorro a la cordura que nos saque del naufragio irremisible.   

            El mercader alado, segunda parte del poemario, es una crítica social sin paliativos. Hernández Montalbán no da respiro y acentúa la firmeza de su canto nunca rudo. Las palabras son caricias que estremecen, cargadas de mensajes milenarios, dictadas con serena contundencia. Se exhibe lo vacuo, lo superfluo, lo estéril, el artificio en que vivimos, confundiendo lo virtual con lo real. Desidia y hastío, apatía de un ser humano decadente y conformista, abúlico.

            El libro nos ofrece algún chispazo de humor negro, cual flechas que despierten al mediocre refugiado en la manada, reclamo al alma y la conciencia.   Los poemas de Carmen nos escupen las verdades a la cara, y al tiempo dejan posos de hermosura. Nada de edulcorantes.

            Con Las lágrimas de Venus acabamos este viaje literario. Poco a poco retorna la luz. Regala un canto a lo fugaz de la existencia, al deseo. Los hombres se diluyen y dan paso a otras criaturas más amables: gatos y árboles. La magia de los libros cual refugio. Y el amor: la brújula que guíe nuestros pasos al origen. Al sentimiento redentor.

            «La luz vence la niebla,

            iluminando el sendero oscuro del espíritu.»

            Los anillos de Saturno nos incitan a vivir con plenitud, mirarnos piel adentro y rebelarnos ante un mundo artificial; cantar al sentimiento y regresar a lo que somos: razón y emoción. El origen habita en lo puro. Carmen Hernández nos desnuda las miserias de los hombres, sondea sus almas, y, sin recurrir a la anestesia de eufemismos, nos muestra una mirada dolorida, luminosa, subversiva, esperanzada.



Eduardo Moreno Alarcón

Comentario a “Los sueños del Náufrago” de DORI HERNÁNDEZ MONTALBÁN, por Carmen Hernández Montalbán


I Parte
Se medita, la autora, en esta cosmogonía lírica, intenta explicarse el origen de las cosas, de sí misma por medio de esta observación poética donde la naturaleza la fascina y la asombra a partes iguales. Inicia un periplo estético, visionario, a través del cosmos, deteniéndose y profundizando en cada uno de los microcosmos que lo componen.
Todo el discurso poético de la autora en esta primera parte que ella titula: “Cartografía”, camina paralelo a la emoción; donde el silencio y la sensación de soledad e incertidumbre le crean la necesidad de sumergirse en el misterio que la rodea, como el cosmonauta que emprende un viaje por un territorio desconocido y va narrando sus descubrimientos en su singular cuaderno de bitácora. Es consciente de la inmensidad del territorio que se dispone a explorar y de su misterio inconmensurable, por eso, presiente y anuncia su inevitable naufragio: “La oscuridad del ser es insondable / pues estamos hechos de un agua invasora / que nos socaba y sumerge / y a esta profusa incógnita / sólo se llega a ciegas.”
También es consecuente de que este viaje ha de emprenderlo en soledad, sin la protección ni el apoyo de sus semejantes, sin el amparo de un ser superior que habita en el sueño colectivo: “Nadie vendrá por esta ignorada ruta / nadie me salvará del naufragio / ni tan siquiera él / el arcángel que habita en lo más recóndito del sueño de los hombres…”
La autora, la mujer, el ser humano, en este orden, se medita en un avatar que la seduce, pues no hay duda de que este es elegido, incluso deseado; porque a través de él, la autora marca su parcela de libertad, su sed de evasión: “En ocasiones me gustaría ser como el albatros / esa extraña ave, que indolente, sigue surcando los vientos furiosos / (…) para poder volar al fin victoriosa sobre la blanca espuma.”

II Parte
La segunda parte se titula: “Cuatro lunas de sangre o poemas sobre los que el pájaro se posa”. La poeta nos habla aquí del mundo más cercano, de la tierra que pisamos y los acontecimientos negativos que la conmueven profundamente. Asocia, metafóricamente, el fenómeno astronómico del eclipse a predicciones apocalípticas. El pájaro (la autora) se posa en algunos de ellos. El pájaro es la rúbrica de la autora como ser que se duele de las injusticias de los hombres, subrayando las virtudes del pájaro a la par que su fragilidad. El pájaro es la alegoría de la libertad en ocasiones: “Y al escucharlos / él mitiga el miedo, /cierra los ojos e imagina que puede volar como un pájaro. / El ave sobre la alambrada / no teme la descarga”, otras la de la fragilidad, la vulnerabilidad contra las que el ser humano atenta: “Bosa, Bosa, Bosa, / soy un pájaro, se dice, / tan sólo un frágil cuerpo / en trance hacia la muerte.”
Esas lunas de sangre son el preámbulo de la miseria del mundo, cuyo movimiento hacia la injusticia es causante del eclipse, de las señales que lo suceden: el hambre:”La mujer africana ha de saberlo, / cuando disfraza la muerte / con ropas de vivos colores, / cuando amamanta a sus hijos / con las ubres secas, / cuando se prolonga en su delgadez…” la guerra:  “El corazón no puede con tanto fusil / ni con el silencio de los muertos, / No puede con la sutileza de la tiranía…” o las encarnizadas fronteras: “Hasta esta orilla / te trajo la búsqueda del ansiado norte / con sus paraísos cerrados / y sus trenes veloces…”

III Parte
Termina el poemario con una conclusión: la del naufragio. El influjo de una luna crispada nos arrastra esta vez hacia un naufragio involuntario. El pájaro ha de volar hacia otras latitudes en busca de su ansiada libertad, pero se convierte en una quimera: “Bajo su embrujo, / todos iniciamos un nuevo éxodo, / sonámbulos, hechizados vamos, / tras sus ángeles de sombra…”
Dice la autora en la cita de apertura de esta tercera parte “Desde la gran eclosión en el mundo sólo quedan náufragos” En la que nos remiten a las dos partes anteriores…, porque al principio se habla de renacimiento, de origen, de partida, de inicio e iniciación. En la segunda parte se habla de conflicto, de ruptura, de lucha. También de fracaso, de frustración.
Es el resumen de todo lo aprendido en el viaje. La autora se deja fluir, se abandona a la corriente…: “Atrapada en la memoria del camino, / desnudó su cuerpo entre los álamos, / buscó en la corteza, / la antigua promesa de amor / con la grafía de su nombre, / Pero todo fue inútil, pues sólo el tronco conoce ya / en qué pliegue de su corteza / curó la savia tal herida.”


GENEALOGÍA