De rescates y
naufragios Por ANA
MORILLA PALACIOS
“Como el náufrago metódico que contase las olas que le bastan para
morir y las contase, y las volviese a contar, para evitar errores, hasta la
última”… Luis Rosales
Dori Hernández Montalbán bien podría ser como el “náufrago
metódico” del poema de Luis Rosales, o como el conquistador Alvar Núñez Cabeza
de Vaca, autor del curioso librito Naufragios. Pero si ellos contaban la
historia de un fracaso, el fracaso personal en el caso de Rosales, o el fracaso
de una expedición al Nuevo Mundo en el caso de Cabeza de Vaca, Dori Hernández
refleja en su poemario Los sueños del náufrago el fracaso de toda una especie,
la humana.
Los sueños del náufrago -dividido en tres bloques: “Cartografía”,
“Cuatro Lunas de Sangre o poemas sobre los que el pájaro se posa” y
“Náufragos”- supone un grito liberador para su autora, que ha trazado el mapa
de su propio yo, pero ante todo Los sueños del náufrago supone una retórica del
agua.
Mar de agua, mar
sideral…
Y nosotros dentro,
inmersos sin saberlo.
hombres,
mujeres,
criaturas,
como las olas;
pasando sin quererlo,
danzando suspendidas
mar adentro.
Ellas, como nosotros,
no saben que van
mecidas.
Ésta es la única
verdad:
el corazón latiendo
sin que nadie sepa
bien cómo
en ésta nave de
silencio que es el cuerpo.
“Cartografía”, la primera parte del poemario, se sustenta en
una cosmogonía acuática. Al principio era el agua oscura, el mar amniótico
donde nadaban los peces de lágrimas; el espacio que habitaban el ojo acuático,
el alga azul y la sal… pero también los siniestros nadadores, las criaturas que
danzaban suspendidas, pues todos estamos hechos de agua, dice Dori.
Y nos recuerda que el universo comenzó con el caos, que da
lugar a la materia, al tiempo, a las estrellas, a la luz, a la luna y al sol, a
las nubes, a la tierra, a las montañas, a los bosques, a la arcilla…
Quedó un mundo denso
de oscuridades
y de inmortales
despojos,
sin embargo, por la
infinitud de un horizonte nuevo,
aparecían las primeras
nubes,
y se deshacían como
pavesas
sobre las calcinadas
montañas.
No hubo allí quien
preguntara por el nombre de las cosas,
ni hubo lugar para
lamentos, ni congojas,
porque todavía no
existía nadie
que pudiera
nombrarlas.
Y después los primeros habitantes del océano y de la tierra.
El ser humano, pero también los pájaros, las águilas, los cóndores y los
albatros de resonancias baudelaireanas:
En ocasiones, me
gustaría ser como el albatros,
esa extraña ave, que
indolente,
sigue surcando los
vientos furiosos,
planeando sobre el mar
a pesar de los insondables abismos,
y resistir, como él,
la embestida de la tormenta,
para poder volar al
fin victoriosa sobre la blanca espuma.
“Cartografía” es el ser humano en sí mismo, vencido en
soledad, que regresa al cosmos.
Nadie vendrá por esta
ignorada ruta,
nadie me salvará del
naufragio;
ni tan siquiera él,
el arcángel que habita
en lo más recóndito
del sueño de los hombres.
Pues nadie hay en este
lugar, nadie,
no hay aquí ni
hermanos, ni amores, ni hijos...,
nadie en este rincón en
donde el hombre se medita
“Cuatro lunas de sangre”, la segunda parte, presenta al mundo
desde la única certeza que tenemos, la noche; desde el dolor, desde el alma
animal y desde la fiera que fue el ser humano en la era glacial. Porque el
tirano no tiene nombre, dice Dori, renace en todo tiempo y lugar.
El corazón no puede
con la noche del
mundo,
ni con el miedo de
alquitrán;
no puede con el frío
de los cuerpos
convulsos
por la intemperie del
mar,
ni con el insondable
misterio
en los ojos de los
niños abandonados.
Y así, Dori, mendiga un rayo de esperanza para los niños de
la calle y los niños esclavos, para el nómada y el apátrida; los “Poemas sobre
los que el pájaro se posa” son un grito que pide el fin del hambre en África,
de los pozos secos, de la violencia y de la tiranía, de los esclavos sexuales,
de los espaldas mojadas, de las fronteras y de los vertederos. Donde el poeta
es siempre un suicida que contempla el mar desde el acantilado más alto.
Finalmente, “Náufragos”, el bloque que cierra el libro, nos
revela que todo es naufragio.
Hay cuerpos que al
contemplarlos nos asaltan,
pues son tempestad
carnívora
procedente de un
remoto naufragio,
es como si sobre la
piel desnuda,
se hubieran grabado ya
todos los nombres.
De este modo, nos dice Dori que la única verdad es la agonía
de vivir, que la farsa de las patrias es naufragio, que tú mismo eres
naufragio, avaro contador de tiempo, eres un náufrago de tus deseos. Todos
nosotros somos náufragos, pero también nuestros cuerpos son náufragos, y la
mujer, hija de Lilith, vientre del mundo, es náufraga.
Y una vez más, la
rebelión de Lilith
que grita al fin: yo
soy el edén,
hembra de sal, ninfa
del eco,
agua del diluvio,
exilio del hombre.
En definitiva, desde la gran eclosión, en el mundo solo
quedan náufragos.
Enhorabuena a ambas.
ResponderEliminarMuy buen articulo, enhorabuena por duplicado!!!!!
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