LAS ARCAS DEL AGUA DE ANTONIO MORILLAS, por Carmen Hernández Montalbán





      He tenido el placer de leer un libro de relatos de gran amenidad cuyo título es “Las arcas del agua”, de mi amigo Antonio Morillas Jiménez. A este autor, natural de Purullena y afincado en Getafe desde hace muchos años, ya se le conocían dos publicaciones anteriores: un libro de poesía, “Un paseo por los días” y una novela, “Lo que cuesta nacer”.

  Tanto la novela como el libro “Las arcas del agua” están impregnados de experiencia vital, de tal modo que la primera podría considerarse una biografía novelada del autor. Es esa experiencia vital y la capacidad de observación lo que caracteriza a los relatos, pues están inspirados en personajes, muchos de ellos reales, que forman parte del escenario cotidiano de ese barrio getafense. A través de estas historias, Morillas nos cuenta las venturas y desventuras de un elenco de personajes urbanos. Como bien se expresa en la parte posterior de la cubierta, son personajes que confluyen en una tierra de “aluvión”; venidos de lugares dispares, inmigrantes en busca de otra suerte de vida, pero que ya forman parte de un cosmos, con una atmósfera común.

   Veintiséis relatos que nos acercan peripecias de hombres y mujeres a los que el destino convoca en las cafeterías de Las Arcas del Agua, donde el narrador, hábil observador, los ve pasar o entabla con ellos conversaciones. Personajes pintorescos que cada día cumplen rigurosamente un ritual, como es el caso del fumador de puros “Farias del 7”. Artistas ambulantes como “El Guita”, que emigraron de su tierra cruzando el charco y trasladaron con ellos las historias y costumbres de la lejana Argentina, transformándose en “un argentino apócrifo”, en palabras del autor. Mujeres de la noche como “La puta de la Iguala”. Magrebíes que se establecieron abrazando una vida más digna como “Sami”. Camareras que son protagonistas de las fantasías sexuales de los clientes. Historias conmovedoras que nos pintan una sonrisa o nos empujan una lágrima.

    Con un lenguaje sencillo y coloquial, Morillas nos traza el esbozo de sus vidas, sus conflictos, aquello que los hace peculiares; escenas que se unen por un elemento común: la supervivencia. Y es esa característica de supervivientes lo que confiere unidad a la obra, la que los hace empatizar con el lector. Porque son personajes de carne y hueso, liberados del corset de los personajes de ficción cuya trayectoria no es previsible.



     Y es que la vida misma nunca es previsible, por eso los relatos de “Las arcas del agua”, tampoco lo son, porque son como la vida misma y eso les otorga frescura.


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